Las situaciones más emotivas de la vida, tanto las malas como las buenas en este caso, desnudan aspectos que permanecían dormidos, o pasan desapercibidos por la rutina diaria.
El campeonato logrado por la Selección quizás sea el momento más oportuno para replantearnos la tarea de los periodistas deportivos más divulgados de nuestro país. No todos, claro. Pero me atrevo a decir que la gran mayoría.
Está claro que pueden emitir su opinión. Pero quizás tengan a bien darse una buena ducha de humildad y moderar mejor sus palabras la próxima. El archivo, fenómeno digital de nuestros tiempos, los tiene una vez más en el foco. Retrotrayéndonos a todas esas bastardeadas palabras que ya conocemos, hacia los miembros de la Selección, que salieron campeones en sus narices. Pasman, Liberman y otros nombres propios del prime time quedaron muy en off side.
A ese pequeño circo que arman con aplaudidores de sus estridentes, quisquillosos e histéricos discursos, parece que se le está volando la carpa. Esas discusiones a grito pelado para ver quien impone su “verdad” no pueden ser sinónimo del periodismo deportivo de Argentina. Por suerte hay mejores ejemplos, por suerte vienen las pibas a aportar un poco de equilibrio y mejorarán el ambiente.
Quizás este campeonato del mundo nos mejore una vez más la vida, obligando a estos seres a evolucionar en pos de mantener su trabajo.
Gabriel Carruego