Así lo relató el músico, poeta y asesor cultural entrerriano:
«Llegamos a Villaguay y recorrimos los 75 kilómetros hasta la Escuela «Granaderos de San Martín», de Lucas Norte.
Allí, con la brisa limpia del departamento Villaguay, nos esperaba el maestro Ramón, con sus gurises vestidos de fiesta.
Pronto arribaron las autoridades de la Comuna, vecinos de la zona y las delegaciones de las escuelas «Provincia de Mendoza» y «Provincia de San Luis».
Con Hugo Mena, Vicente Cúneo y Celestino Mena, evocamos a Bruno Alarcón y los granaderos de la gloria.
Después, la poesía de la tierra, las guitarras de la entrerrianía y los trinos de Montiel, nos acercaron a las raíces de la patria; mientras un solcito de otoño bendecía la tarde.
Matilde, en la cocina, elaboró las delicias criollas para la bienvenida de los visitantes del pago, al tiempo que Santiago preparaba las voces niñas para definir el amor.
Jonathan prolongó los sonidos del folclore, y Luciano arrimó su acordeón para homenajear a Tarragó Ros y a los hijos queridos de Villaguay, en los albores del bicentenario.
Las primeras sombras de la noche anunciaron la despedida. Entonces, nuestro corazón feliz, latió emocionado.
Otra vez, el patio de un escuelita de campo se transformó en un maravilloso escenario de los sueños, donde el afecto de los hermanos, la armonía del encuentro y las flores del monte, fueron el mejor premio para nuestra piel agradecida».