Sicarios ejecutaron a un testigo en Rosario: Había declarado en el juicio a un narco

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A Carlos Argüelles lo buscaban para matarlo desde hacía tiempo, desde que declaró contra su ex jefe, el narco Esteban Alvarado. Por lo menos tres veces habían intentado acribillarlo. Este lunes a la tarde, tres sicarios cumplieron con su objetivo al ejecutar en un taller mecánico a este hombre de 46 años que, pese a su condición de testigo protegido, no contaba actualmente con custodia policial.

Minutos después de que se concretara este nuevo crimen, la policía detuvo a tres personas que se movían en un VW Fox, el modelo del auto que se usó en el ataque. En este contexto de recrudecimiento de la violencia, con tres asesinatos este lunes y 13 en los últimos diez días, se produjo anoche una protesta de familiares de víctimas de la inseguridad frente a la sede de la gobernación, en esta ciudad, donde había medio centenar de manifestantes.

Argüelles recibió dos tiros en la cabeza y uno en una pierna. Sobrevivió unos pocos minutos al ataque que perpetraron dos hombres y una mujer en un VW Fox, desde donde dispararon con pistolas 9 milímetros contra el testigo protegido que se encontraba en el local de la calle Garay al 3500.

Este hombre de 46 años ya había sido blanco de un ataque el 28 de enero pasado, cuando fue emboscado mientras transitaba en su Ford EcoSport, junto a su familia. Lo interceptaron un auto gris y una moto, desde donde le dispararon varias veces. Pero las balas no lo alcanzaron.

Un taxista había realizado las tareas de inteligencia y dos jóvenes trataron de matarlo, sin éxito. Habían recibido órdenes de Alejandro Núñez, alias Chucky Monedita, que les encargó la ejecución desde su celda en la cárcel de Piñero.

Argüelles fue imputado en 2016 por los fiscales de la Agencia de Criminalidad Organizada Matías Edery y Luis Schiappa Pietra como uno de los testaferros del narco Esteban Alvarado, que actualmente está preso en el Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza. Luego, habría accedido a una morigeración de la pena al declarar en contra de su jefe. Lo hizo como imputado colaborador, una figura similar a la del arrepentido.

 

El frente del taller de Garay al 3500, Rosario, donde asesinaron a balazos al mecánico Argüelles, testigo protegido en una causa narco.

 

Como reveló La Nación el 14 de junio pasado, desde el penal de Piñero Chucky Monedita ordenó atacar al mecánico, que antiguamente refaccionaba y adulteraba autos del clan Alvarado. Desde el pabellón Nº4 del penal de Piñero, este recluso tramó el crimen que debía concretarse antes de que Argüelles declarara en la causa contra su exjefe, uno de los principales narcos de Rosario. Fuentes judiciales advirtieron que, en ese momento, Núñez compartía pabellón con Mauricio Laferrara, alias Caníbal, sicario de Alvarado. Se sospecha que el crimen de Argüelles fue encargado por este gatillero del hombre que es uno de los principales enemigos de Los Monos.

Matar a Argüelles no parecía una tarea sencilla: debido a su condición de testigo protegido contaba en ese momento con una custodia policial. Según la investigación que realizaron los fiscales Pablo Socca y Valeria Haurigot, el encargado de planear el crimen de Argüelles fue Jonatan Ribles, que contó con la “asistencia” del taxista Jorge Ojeda para realizar las tareas de inteligencia previas y necesarias para armar la logística del crimen. Para evitar ser descubierto cuando hacía los seguimientos a las víctimas, el joven usaba ropa de fajina de la Empresa Provincial de Energía y de Aguas Provinciales, según describieron los fiscales en la audiencia.

Ribles y Ojeda siguieron los pasos del “blanco” durante varios días. A través de WhatsApp, el taxista detallaba los movimientos del mecánico al que debían matar. “Dos veces tocó bocina. Le abrieron al toque [el portón] al viejo. Se ve que manda un mensaje antes”, describió Ojeda a Ribles en uno de esos mensajes que le envió a su celular.

Desde la cárcel, Chucky Monedita debía apurar al sicario para que actuara. Lo presionaba para que llevara adelante el atentado, pero Ribles no encontraba el momento apropiado para matar a Argüelles. Una complicación era, precisamente, la custodia policial.

Cansado de las idas y vueltas, desde el pabellón Nº4 del penal de Piñero el jefe de la banda le ordenó a Ribles: “Andá a ver al tachero y seguilo. Andá y ponelo de cheto. No le podés errar”. El 28 de octubre a las 14.29, Ribles admitió que había vuelto a perder a la víctima.

A Argüelles no lograron asesinarlo solo porque erraron. En enero pasado, cinco días antes de declarar, el mecánico fue blanco de una emboscada cuando se trasladaba con su familia en una Ford EcoSport. Le dispararon desde una moto y una camioneta Peugeot Partner, pero salió ileso.

“Es la tercera vez que me amenazan o bien me entero de que van a matarme. Cuando tomé la decisión de declarar en el juicio a Alvarado sabía a lo que me arriesgaba; pero creo que es un acto justo declarar, y que Dios me protege”, admitió el mecánico, según publicó el diario La Capital. Este lunes fue blanco de un nuevo ataque y murió de tres disparos.

Fuente y fotos: La Nación